A outrora combativa central sindical, braço fundamental na sustentação do governo da Unidade Popular, se estiolou a partir da derrocada de Pinochet, por conta da transição pelo alto que gerou a Concertación - aliança da DC que estivera no golpe contra Allende e um neoPS. Ou seja, um PS pragmático e reduzido ao melhorismo, que não tocou nos pontos fundamentais da política neoliberal da ditadura -.
Por via de consequência, fez da CUT chilena aquilo que o neoPT fez da CUT brasileira - uma central sindical acomodada, com seus dirigentes se locupletando nas sobras da "produtividade" do grande capital. Por sorte, o Chile não viu suas lideranças estudantis mergulharem na mediocridade que o PCdoB impôs ao se apoderar de uma UNE transformada em agência comercial de carteiras para meia-entrada.
Conduzida pela liderança realmente comunista de Carmem Valejos (dirigente da Juventude do PC chileno). aparece hoje como a alternativa de combate ao governo do pinochetista Piñera, com mobilizações contra a manutenção do caráter privado da educação, imposto pela ditadura fascista, e mantida pelos governos da Concertación.
O que deveria servir de reflexão aos sindicalistas da CUT, hoje transformados em burgueses bonachões, limitados a tratativas com o grande capital, no benefício de quem disputam privilégios tributários como forma de garantir salários de aristocracia operária a seus filiados, no prejuízo do povo trabalhador como um todo, segue na matéria anexa, do Clarin, do Chile
El ocaso de la CUT
Lunes, 30 de Abril de 2012 10:28
Juan Pablo Cárdenas S
La
corrupción de la política tiene su correlato en la descomposición de
nuestros referentes sindicales. La misma forma en que se toman
decisiones en los partidos y la falta de representatividad de los mismos
se reproduce en la Central Unitaria de Trabajadores y otras mínimas
expresiones de los trabajadores chilenos.
Lo
primero que se debe consignar es que en más de dos décadas de post
dictadura, los índices de sindicalización en nuestro país apenas superan
el 15 por ciento de la masa laboral. Esto es, que de los 5 millones de
trabajadores, menos de 800 mil pertenecen a alguna agrupación sindical.
Al mismo tiempo que un porcentaje ínfimo de sindicatos está afiliada a
la CUT, entidad que ya no tiene nada de unitaria, ni ejerce liderazgo
importante según lo evidencian, incluso, sus paupérrimas convocatorias
para conmemorar el Primero de Mayo. Si no fuera por la presencia en
éstas de los estudiantes, medioambientalistas y luchadores por los
Derechos Humanos, lo cierto es que la concurrencia laboral a las mismas
resultaría aún más bochornosa, en medio de un clima nacional marcado
por las movilizaciones sociales, cada vez más masivas y extendidas por
todo nuestro territorio.
La
CUT es una entidad que le ha resultado muy conveniente a los gobiernos
de la Concertación como, también, al actual. Para cada uno de los
ministros de Hacienda ha resultado cómodo tener interlocución con
dirigentes completamente ilegitimados dentro del mundo laboral y sin
capacidad de ejercer presión real para imponer las justas aspiraciones,
derivadas de una estrategia política y económica que fomenta el salario
paupérrimo, el empleo precario y las colusiones de la clase patronal. La
negociación anual respecto del salario mínimo se ha constituido en un
trámite cada vez más ignominioso para la dignidad de los trabajadores,
quienes en cada oportunidad deben comprobar la distancia existente entre
el reajuste que solicitan y el que resulta de la imposición de las
autoridades, la decisión de los partidos y los acuerdos parlamentarios.
En
el país donde las diferencias salariales son las más pronunciadas del
mundo, nuestros representantes sindicales vienen perpetuándose en sus
directivas, como lo está la camarilla de dirigentes de la CUT y de otras
organizaciones, gracias al arreglo cupular y las cuotas de poder que
les asignan los comisarios políticos e infectan sus resoluciones y
renuncios. Personajes todos que, sin rubor alguno, administran la
alcancía sindical en viajes, suculentos almuerzos y viáticos, tanto que
para nadie resulta ya un misterio que los fondos que manejan son el
resultado de asignaciones de los gastos reservados del Ejecutivo, como
de los sobornos empresariales abiertos o disfrazados que premian su
buena conducta y “espíritu patriótico” en consentir siempre reajustes
que consolidan el deterioro del poder adquisitivo de la mayoría de los
chilenos, especialmente de los más pobres. En esto es que tiene base,
seguramente, el reciente acuerdo de “cuello y corbata” entre la CUT y la
confederación patronal de la producción y del Comercio (CPC), en que unos y otros han manifestado un conjunto de “voluntades comunes”.
Cuando
se reconoce que el sindicalismo chileno vive en estado de crisis es por
la incapacidad demostrada por los dirigentes dignos y limpios para
imponerse a las maquinarias electorales de sus organizaciones, donde la
cupularidad y el autoritarismo es todavía más escandaloso que el que
campea en los propios partidos políticos. Mientras que en los verdaderos
regímenes democráticos, los procesos eleccionarios de los sindicatos y
otras instancias sociales es reglamentada por ley y vigilada por las
autoridades y la prensa, aquí éstos se suceden en el más inaudito
secretismo, cuanto que ya es tradicional que las pugnas se resuelvan en
la repartición de prebendas y la suscripción de compromisos que
prometen renovación y transparencia. El país no sabe de sus registros y
procedimientos electorales, salvo cuando trascienden las prácticas del
acarreo de votantes, la desaparición de sufragios y el arreglo final
mediante pactos celebrados entre cuatro paredes. De esta forma es que la
burocracia sindical de la CUT vuelve a urdir sus comicios internos de
agosto próximo, donde lo más seguro es que aquellos que todavía creen
posible corregir “desde dentro” a las instituciones descompuestas
vuelvan a sufrir una nueva y dramática decepción.
Después
de tantos años en lo mismo, es preciso dejar morir a las instituciones
arcaicas y proponerse nuevos referentes y propósitos. Que busquen, por
cierto, una afiliación sindical masiva y un nuevo pacto laboral
destinado a consolidar movilización social, negociación colectiva,
salarios dignos, previsión segura, así como la recuperación para Chile
de nuestros recursos naturales y empresas productivas y estratégicas.
Que ponga a los trabajadores a la vanguardia de aquellas organizaciones
sociales que le han dicho BASTA al régimen político y económico que nos
rige, y suman esfuerzo por hermanar a Chile con aquellos procesos
destinados a recuperar soberanía nacional, impedir la concentración de
la riqueza e imponer equidad social.
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