Papa anticomunista vai a Cuba e, em seu discurso, cita necessidade de sociedade aberta e justa, condenando o capitalismo "selvagem". Não gosto dessa qualificação, porque selvagens não eram predadores; essência típica do regime hegemonizado pelo grande capital especulativo. Mas, de qualquer forma, essa visita do Papa é um reconhecimento formal de que Cuba tem que ser respeitada. E que é absurdo imaginar a existência de uma ditadura repressiv, numa sociedade fundada em alto nível de culturl, educação e informação científica. Ou alguém é capaz de imaginar que um povo provado no confronto com invasão armada, bloqueio econômico radical, para além de asfixia financeira, 20 anos depois do fim da União Soviética, se mantenha no regime socialista por opressão de um aparelho de Estado supostamente policial? 
Reformas são necessárias? Claro. E é o que Raul Castro deixou claro em sua intervenção. Mas sem concessões ao capitalismo predador. 
Seguem os discursos do Papa e de Raul Castro:
Discurso de Raúl Castro:  “En nombre de la Nación, le doy la más calurosa bienvenida” (+ Fotos y Video)

Raúl recibe a Benedicto XVI en Santiago de Cuba. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate
 
 
Palabras del Presidente cubano Raúl Castro al ofrecer la bienvenida en Santiago de Cuba a su Santidad Benedicto XVI.
Santidad:
Cuba lo recibe con afecto y respeto y se siente honrada con su 
presencia. Encontrará aquí a un pueblo solidario e instruido que se ha 
propuesto alcanzar toda la justicia y ha hecho grandes sacrificios.
De Martí aprendimos a rendir culto a la dignidad plena del hombre y 
heredamos la fraterna fórmula que seguimos hasta hoy: “con todos y para 
el bien de todos”.
Cintio Vitier, insigne intelectual y cristiano, escribió que “el 
verdadero rostro de la Patria… es el rostro de la justicia y de la 
libertad” y que “la Nación no tiene otra alternativa: o es independiente
 o deja de ser en absoluto”.
La potencia más poderosa que ha conocido la Historia ha intentado 
despojarnos, infructuosamente, del derecho a la libertad, a la paz y a 
la justicia. Con virtud patriótica y principios éticos el pueblo cubano 
ha hecho tenaz resistencia, sabiendo que ejercemos también un derecho 
legítimo cuando seguimos nuestro propio camino, defendemos nuestra 
cultura y la enriquecemos con el aporte de las ideas más avanzadas.
Sin razón, a Cuba se le calumnia, pero nosotros confiamos en que la verdad, de la que jamás nos apartamos, siempre se abre paso.
Catorce años después que el Papa Juan Pablo II nos visitara, el 
bloqueo económico, político y mediático contra Cuba persiste e, incluso,
 se ha endurecido en el sector financiero. Como aparece en el memorando 
norteamericano del 6 de abril de 1960, desclasificado décadas después, 
su objetivo sigue siendo (cito)      “… causar hambre, desesperación y 
el derrocamiento del gobierno”.
Sin embargo, la Nación ha seguido, invariablemente, cambiando todo lo
 que deba ser cambiado, conforme a las más altas aspiraciones del pueblo
 cubano y con la libre participación de este en las decisiones 
trascendentales de nuestra sociedad, incluidas las económicas y sociales
 que en casi todo el mundo son patrimonio de estrechas élites políticas y
 financieras.
Varias generaciones de compatriotas se han unido en la lucha por 
elevados ideales y nobles objetivos. Hemos enfrentado carencias, pero 
nunca faltado al deber de compartir con los que tienen menos.
Sólo como demostración de cuánto se podría hacer si prevaleciera la 
solidaridad, menciono que en la última década, con la ayuda de Cuba se 
han preparado decenas de miles de médicos de otros países, se ha 
devuelto o mejorado la visión a 2,2 millones de personas de bajos 
ingresos y se ha contribuido a enseñar a leer y escribir a 5,8 millones 
de analfabetos. Puedo asegurarle que, dentro de las modestas 
posibilidades de que disponemos, nuestra cooperación internacional 
continuará.
Santidad:
Conmemoramos el IV Centenario del hallazgo y la presencia de la 
imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, que lleva bordado en su 
manto el escudo nacional.
La reciente peregrinación de la Virgen por todo el país, unió a 
nuestro pueblo, creyentes y no creyentes, en un acontecimiento de gran 
significado.
Le aguardan Santiago de Cuba, que ha sido protagonista de gloriosos 
episodios en la historia de luchas de los cubanos por su definitiva 
independencia y también el poblado del Cobre, donde la Corona española 
tuvo que conceder la libertad a los esclavos sublevados en las minas, 
ochenta años antes de la abolición de tan infame institución en nuestro 
país.
Nos satisfacen  las estrechas relaciones entre la Santa Sede y Cuba, 
que se han desarrollado sin interrupción durante setenta y seis años, 
siempre basadas en el respeto mutuo y en la coincidencia en asuntos 
vitales para la Humanidad.
Nuestro gobierno y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en Cuba mantenemos buenas relaciones.
La Constitución cubana consagra y garantiza la plena libertad 
religiosa de todos los ciudadanos y, sobre esa base, el gobierno guarda 
buenas relaciones con todas las religiones e instituciones religiosas en
 nuestro país.
Santidad:
Hace casi veinte años que Fidel sorprendió a muchos al proclamar que 
“una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la 
rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el
 hombre” concluyó.
Hay crecientes amenazas a la paz y la existencia de enormes arsenales
 nucleares es otro grave peligro para el ser humano. El agua o los 
alimentos serán, después de los hidrocarburos, la causa de las próximas 
guerras de despojo. Con los recursos que se dedican a producir 
mortíferas armas, podría eliminarse la pobreza. El desarrollo 
vertiginoso de la ciencia y la tecnología no se encuentra al servicio de
 la solución de los grandes problemas que aquejan a los seres humanos. 
Frecuentemente sirven para crear reflejos condicionados o para manipular
 a la opinión pública. Las finanzas son un poder opresivo.
En vez de la solidaridad, se generaliza una crisis sistémica, 
provocada por el consumo irracional en las sociedades opulentas. Una 
ínfima parte de la población acumula enormes riquezas mientras crecen 
los pobres, los hambrientos, los enfermos sin atención y los 
desamparados.
En el mundo industrializado, los “indignados” no soportan más la 
injusticia y, especialmente entre los jóvenes, crece la desconfianza en 
modelos sociales e ideologías que destruyen los valores espirituales y 
producen exclusión y egoísmo.
Es cierto que la crisis global tiene también una dimensión moral y 
que prevalece la falta de conexión entre los gobiernos y los ciudadanos a
 los que dicen servir. La corrupción de la política y la falta de 
verdadera democracia son males de nuestro tiempo.
En estos y otros temas apreciamos coincidencia con sus ideas.
Frente a tantos desafíos, Nuestra América se une en su soberanía e 
intenta una integración más solidaria para hacer realidad el sueño 
bicentenario de sus Próceres.
Su Santidad podrá dirigirse a un pueblo de convicciones profundas que le escuchará atento y respetuoso.
En nombre de la Nación, le doy la más calurosa bienvenida.
Muchas gracias.
Señor Presidente, Señores Cardenales y Hermanos en el 
Episcopado, Excelentísimas Autoridades, Miembros del Cuerpo 
Diplomático, Señores y señoras, Queridos amigos cubanos:
Le agradezco, 
Señor Presidente,
 su acogida y sus corteses palabras de bienvenida, con las que ha 
querido transmitir también los sentimientos de respeto de parte del 
gobierno y el pueblo cubano hacia el Sucesor de Pedro. Saludo a las 
Autoridades que nos acompañan, así como a los miembros del Cuerpo 
Diplomático aquí presentes. Dirijo un caluroso saludo al Señor Arzobispo
 de Santiago de Cuba y Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor 
Dionisio Guillermo García Ibáñez, al Señor Arzobispo de La Habana, 
Cardenal Jaime Ortega y Alamino,
 y a los demás hermanos Obispos de Cuba, a los que manifiesto toda mi 
cercanía espiritual. Saludo en fin con todo el afecto de mi corazón a 
los fieles de la Iglesia católica en Cuba, a los queridos habitantes de 
esta hermosa isla y a todos los cubanos, allá donde se encuentren. Los 
tengo siempre muy presentes en mi corazón y en mi oración, y más aún en 
los días en que se acercaba el momento tan deseado de visitarles, y que 
gracias a la bondad divina he podido realizar.
Al hallarme entre ustedes, no puedo dejar de recordar la histórica visita a Cuba de mi Predecesor, 
el Beato Juan Pablo II,
 que ha dejado una huella imborrable en el alma de los cubanos. Para 
muchos, creyentes o no, su ejemplo y sus enseñanzas constituyen una guía
 luminosa que les orienta tanto en la vida personal como en la actuación
 pública al servicio del bien común de la Nación. En efecto, su paso por
 la isla fue como una suave brisa de aire fresco que dio nuevo vigor a 
la Iglesia en Cuba, despertando en muchos una renovada conciencia de la 
importancia de la fe, alentando a abrir los corazones a Cristo, al mismo
 tiempo que alumbró la esperanza e impulsó el deseo de trabajar 
audazmente por un futuro mejor. Uno de los frutos importantes de aquella
 visita fue la inauguración de una nueva etapa en las relaciones entre 
la Iglesia y el Estado cubano, con un espíritu de mayor colaboración y 
confianza, si bien todavía quedan muchos aspectos en los que se puede y 
debe avanzar, especialmente por cuanto se refiere a la aportación 
imprescindible que la religión está llamada a desempeñar en el ámbito 
público de la sociedad.
Me complace vivamente unirme a vuestra alegría con motivo de la 
celebración del cuatrocientos aniversario del hallazgo de la bendita 
imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre. Su entrañable figura ha 
estado desde el principio muy presente tanto en la vida personal de los 
cubanos como en los grandes acontecimientos del País, de modo muy 
particular durante su independencia, siendo venerada por todos como 
verdadera madre del pueblo cubano. La devoción a “la Virgen Mambisa” ha 
sostenido la fe y ha alentado la defensa y promoción de cuanto dignifica
 la condición humana y sus derechos fundamentales; y continúa haciéndolo
 aún hoy con más fuerza, dando así testimonio visible de la fecundidad 
de la predicación del evangelio en estas tierras, y de las profundas 
raíces cristianas que conforman la identidad más honda del alma cubana. 
Siguiendo la estela de tantos peregrinos a lo largo de estos siglos, 
también yo deseo ir a El Cobre a postrarme a los pies de la Madre de 
Dios, para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos y 
pedirle su intercesión para que guíe los destinos de esta amada Nación 
por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación.
Vengo a Cuba como peregrino de la caridad, para confirmar a mis 
hermanos en la fe y alentarles en la esperanza, que nace de la presencia
 del amor de Dios en nuestras vidas. Llevo en mi corazón las justas 
aspiraciones y legítimos deseos de todos los cubanos, dondequiera que se
 encuentren, sus sufrimientos y alegrías, sus preocupaciones y anhelos 
más nobles, y de modo especial de los jóvenes y los ancianos, de los 
adolescentes y los niños, de los enfermos y los trabajadores, de los 
presos y sus familiares, así como de los pobres y necesitados.
Muchas partes del mundo viven hoy un momento de especial dificultad 
económica, que no pocos concuerdan en situar en una profunda crisis de 
tipo espiritual y moral, que ha dejado al hombre vacío de valores y 
desprotegido frente a la ambición y el egoísmo de ciertos poderes que no
 tienen en cuenta el bien auténtico de las personas y las familias. No 
se puede seguir por más tiempo en la misma dirección cultural y moral 
que ha causado la dolorosa situación que tantos experimentan. En cambio,
 el progreso verdadero tiene necesidad de una ética que coloque en el 
centro a la persona humana y tenga en cuenta sus exigencias más 
auténticas, de modo especial su dimensión espiritual y religiosa. Por 
eso, en el corazón y el pensamiento de muchos, se abre paso cada vez más
 la certeza de que la regeneración de las sociedades y del mundo 
requiere hombres rectos, de firmes convicciones morales y altos valores 
de fondo que no sean manipulables por estrechos intereses, y que 
respondan a la naturaleza inmutable y trascendente del ser humano.
Queridos amigos, estoy convencido de que Cuba, en este momento 
especialmente importante de su historia, está mirando ya al mañana, y 
para ello se esfuerza por renovar y ensanchar sus horizontes, a lo que 
cooperará ese inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que 
han ido conformando su identidad más genuina, y que se encuentran 
esculpidos en la obra y la vida de muchos insignes padres de la patria, 
como el Beato José Olallo y Valdés, el Siervo de Dios Félix Varela o el 
prócer José Martí. La Iglesia, por su parte, ha sabido contribuir 
diligentemente al cultivo de esos valores mediante su generosa y 
abnegada misión pastoral, y renueva sus propósitos de seguir trabajando 
sin descanso por servir mejor a todos los cubanos.
Ruego al Señor que bendiga copiosamente a esta tierra y a sus hijos, 
en particular a los que se sienten desfavorecidos, a los marginados y a 
cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu, al mismo tiempo que, por 
intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, conceda a todos 
un futuro lleno de esperanza, solidaridad y concordia.
Muchas gracias.